On the beach (1959)

Tal vez una de las mejores películas de Ciencia Ficción y seguro, una de las mejores películas apocalípticas.
Una película apocalíptica de verdad: la esperanza se va desvaneciendo poco a poco, cuando no lo hace de golpe. Los últimos residuos de una posible salvación no resultan ser más que un espejismo.

Poco a poco, hasta los más esperanzados protagonistas, se van concienciando de que el final está cerca (no en vano, los destripadores (traductores) de títulos españoles le dieron por nombre La hora final) y cada uno decide afrontar sus últimos días de una manera distinta: no es tarde ni para el amor, ni para realizar un sueño frustrado, ni para olvidar.

El reparto es un extraño (pero efectivo) compendio de estrellas, que tal vez nunca hubiéramos imaginado actuando en la misma película: un inmejorable Gregory Peck, en el papel de capitán de submarino, serio e incapaz de asumir que su familia ha muerto. Una perturbadora Ava Gardner (en uno de sus últimos papeles). Un dramático Fred Astaire (su primer papel dramático después de sus agotadores bailoteos con Ginger Rogers). Y una joya: ¡un Anthony Perkins Pre-Psicosis! (¿Arruinó Psicosis su carrera? ¿Fue encasillado injustamente en el papel de perturbado? ¿Pudo haber tenido una carrera plagada de éxitos? El Arte tiene sus riesgos, tal vez , gracias a Hitchcock perdimos un gran actor, pero ganamos una obra maestra).
También hay que destacar el cuidadoso esbozo de los personajes secundarios, que no carecen en absoluto de importancia.



La Fotografía de la cinta es magnífica: un nítido blanco y negro para presentar las desoladas ciudades de San Francisco y San Diego, los carros de caballos por Melbourne, y la desolación en los rostros de personas que se ven injustamente privadas de futuro, de felicidad; que tienen la sensación de haber vivido, y haber luchado, para nada.

En resumen : actorazos, gran historia, reflexiones existenciales y buena técnica. ¿Qué más se puede pedir ?

Y por último el mensaje subliminal que se puede extraer de la cinta : El capitalismo es malo : la señal de radio que da esperanza en San Diego, no es más que un botellín de Coca-Cola enganchado en la cuerdecita del taquígrafo.