El pasado viernes, 30 de Enero, murió uno de los hombres que más ha influido en mi vida. Aunque tengo que reconocer que hasta ayer, cuando leí la noticia, no sabía quien era Hans Beck. En mi ingenuidad infantil, nunca me planteé que alguien hubiera inventado a los "clicks" de Playmobil. Simplemente estaban allí para satisfacerme, para hacerme feliz, y eso bastaba.
Pero ahora, que tengo uso de razón, me gustaría rendir un pequeño homenaje a este hombre, creador de los mejores juguetes que he visto nunca, y los que me han hecho pasar mis mejores ratos. No voy a hablar de él, porque como digo, lo que influyó en mi no fue su persona sino su creación. Para el que quiera saber cosas sobre su vida que mire aquí en la wikipedia y en los artículos enlazados.
Recuerdo la imagen de mi cuarto, con el suelo cubierto en toda su superficie por los clicks. Un montón de muñecos diseminados entre el torreón medieval, la isla desierta, el zoo, la estación de tren del oeste... pero sobretodo, el barco pirata. El barco pirata era el buque insignia (y nunca mejor dicho) de Playmobil. Lo mejor y más majestuoso que había.

Pero a pesar de que el barco era lo mejor, mi preferido sin duda alguna era el torreón medieval. En aquella época yo ya apuntaba maneras y me veía irremediablemente atraido hacia la espada y brujería.
El torreón era espectacular. Su base era una roca enorme con una cueva dentro. La cueva se cerraba con un rastrillo y era el sitio perfecto para encarcelar a los enemigos o defenderse en caso de ataque. Desde la cueva se podía acceder al interior del torreón por una trampilla. También había una puerta secreta en la roca. Y una pequeña ranura en la que podías esconder una daga. Por la parte de fuera había unos escalones tallados en la roca que permitían subir hasta la puerta de la torre. Por la torre se ascendía con escaleras y trampillas, hasta llegar a las almenas superiores, desde donde se contemplaba todo el reino.
Pero el torreón tenía innumerables enemigos, como los caballeros negros con su catapulta, el temible dragón, o los sanguinarios piratas. El objetivo de todos ellos era raptar a la princesa que vivía en el torreón. La princesa era defendida por las siempre escasas tropas del torreón, que las pasaban canutas y sufrían muchísimo para salvarla. Pero siempre conseguían salvarla, porque a mi alter ego, un click pelirrojo bastante molón, siempre se le ocurrían unos planes estupendos.

Y recuerdo algunos cambios que hice. Por ejemplo, yo siempre había querido un buitre, pero no tenía ninguno. Así que le cambié uno a un amigo por un vaquero, que yo tenía muchos, y eso sí, dos pistolas. Ahora veo que salí perdiendo, porque aunque el buitre era una pasada (era el de las alas abiertas), las pistolas se perdían con facilidad, por lo que eran bienes muy preciados. Otro cambio que hice, este muy ventajoso, fue la gasolinera, que a mi no me interesaba lo más mínimo, por la genial isla desierta. Esa isla era chulísima, tenía una cueva y un pasadizo secreto.

El torreón que véis en las fotos es el mío. He sacado las piezas de un altillo y lo he montado para la ocasión. Faltan algunas piezas, porque están por otras cajas, y por eso parece un poco deslabazado. También he encontrado dos muñecos, que tenía apartados por ser los mejores. Pero no he encontrado la caja de los clicks, donde estaban todos los muñecos y sus complementos, por lo que veréis que están con lo puesto. E incluso sin ello, porque los clicks medievales tenían un fallo. Y es que la pierna no era de un solo material, sino que la bota era de otro. Y con un uso muy continuado, como era el que yo les daba, se acababan rompiendo.

Estos que véis eran dos de mis muñecos preferidos. El pelirrojo era yo. Era el click que me representaba. Una pasada de muñeco. El otro, que no sé donde estará su pelo, era su fiel amigo. A pesar de ser mayor (tiene bigote) era un buen caballero, que siempre moría con honor para que yo me salvase y cumpliese la misión.
Así que por todos estos recuerdos que ahora tengo, Hans Beck, gracias. Aunque no he sabido de tí hasta leer la noticia de tu muerte, toda mi infancia ha estado marcada por tus geniales juguetes.
Ahora, un pequeño momento de homenaje. ¡Caballeros! ¡Espadas en alto! A mi señal, tres hurras al viento por vuestro creador.

Hip, hip... ¡¡HURRA!!