Erase una vez un mosquito
Erase una vez un mosquito. Y un día, en el preciso momento en que un plateado y refulgente rayo de luna atravesó la mugrienta y opaca ventana de un tugurio sin nombre al final de la calle tercera, incidiendo sobre una copa brillante de imitación murano al otro lado de la ruidosa y oscura sala, y resaltando la delicada mano femenina que, enjoyada con piedrecitas de lapislázuli jaspeado de blanco y azul, la sujetaba tiernamente en mitad de su recorrido, arrancó destellos ambarinos del espeso y azulado vino mientras un músico interpretaba el final de una trágica canción en un viejo y desgastado acordeón que, con un último estertor de agonía, se interpuso en el vuelo del mosquito.
El rayo se sacudió. La música cesó. La copa se apagó. La mano aplaudió. La sala ensordeció. El vino se derramó. El músico plegó el acordeón. El mosquito murió aplastado.
Se acabaron las vacaciones, bienvenidos al mundo real.
5 cosas (no) relacionadas:
Casi muero ahogado al leer el primer párrafo.
detesto los mosquitos, veo uno y le lanzo el primer objeto contundente a mi alcance
Nahh, si uno cree que porque terminan las vacaciones, es el fin del mundo y tienes que entrar a una prisión, es mejor darse un tiro en la sien, hay que ver las cosas mas amenas, pero! me gustó el escrito, está muy bien relatado.
cya!
¿Gracias Jeral? Veo que te ha dado por lso relatos cortos...
mmm nimo, tienes que acordarte de respirar, para eso puse comas...
gracias Jaz, retiro todas ls cosas horribles que dije sobre ti
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