Este post lo escribí hace un tiempo, para un intercambio de posts con nuestro amigo Sorondil, ya retirado de la vida bloguera. He creido oportuno rescatarlo para esta Semana Cthulhu.
.........................(Cthulhu: Pronúnciese chulu. También son válidas las formas katulu, kazulu, tulu, xulu, tejulu, zulu o cutlu. La grafía Cthulhu es un intento de trascripción de un gruñido gutural ajeno a nuestros sistemas vocales, por lo que cada cual lo pronuncia en la medida de sus capacidades para imaginar como sonaría dicho por una garganta sin cuerdas bucales y una boca llena de tentáculos. En castellano la versión más aceptada es chulu)''Un monstruo de perfil vagamente humano, pero con una cabeza a modo de pulpo cuya cara era una masa de tentáculos, un cuerpo cubierto de escamas de aspecto gomoso, unas prodigiosas garras tanto en extremidades anteriores como posteriores, y unas largas y estrechas alas en la espalda. Aquella cosa tenia una corpulencia algo hinchada. /.../ Apareció rezumante en medio del estrépito, y a tientas coló Su gelatinosa inmensidad verde por entre la negra puerta de piedra /.../ ¡Una montaña que caminaba y se tambaleaba!''
(La llamada de Cthulhu, por H.P. Lovecraft)
Con estas palabras describe HP Lovecraft a Cthulhu, el personaje más importante y famoso de todos cuantos pueblan sus escritos. Tan importante es dentro de la “mitología” lovecraftiana que al conjunto de relatos que tratan sobre este y otros personajes se los denomina como Los Mitos de Cthulhu. Pero conozcamos algo más del autor antes de adentrarnos en la vastedad de su obra.
Howard Philips Lovecraft nació en Providence, Rhode Island el 20 de Agosto de 1890. Desde pequeño, y gracias a la influencia de su abuelo materno, desarrolló una gran pasión por la lectura y comenzó a escribir sus primeros relatos a los quince años. Vivió como un ermitaño casi toda su vida, que estuvo marcada por su fragilidad física. Esta fragilidad le impidió ir al colegio y posteriormente a la universidad, por lo que no pudo ver cumplido su sueño de ser astrónomo profesional. Sin embargo, su verdadera vida la vivió a través de la correspondencia que mantenía con un círculo de amigos, que posteriormente serían llamados el “Circulo de Lovecraft”. Entre ellos estaban, por citar a los más famosos, Robert E. Howard (creador de Conan), Clarck Ashton Smith y Robert Bloch. En las cartas que se escribían comentaban los escritos de cada uno, especialmente los de Lovecraft, que apasionaban a todos. Tanto fue así que comenzaron a escribir relatos basados en las creaciones de Lovecraft, y poco a poco surgieron los Mitos de Cthulhu (The Cthulhu Mythos, en inglés hace referencia a algo más que mitos, con un carácter más trascendental o mitológico).
Pero otra vez nombramos los Mitos de Cthulhu y aún no hemos dicho nada sobre ellos. Lovecraft siempre cultivó en sus relatos el género del terror psicológico. Él lo describe como terror cósmico. Un terror más profundo que el simple miedo que genera la violencia o la muerte en la percepción humana. Lovecraft va más allá de su admirado Poe e introduce un nuevo factor en sus escritos: la presencia de entidades sobrenaturales en el universo. La sensación de ser insignificantes frente a la vastedad infinita del cosmos y las fuerzas que en él habitan. En sus relatos están presentes seres y criaturas de naturaleza ajena a este mundo, con un poder que escapa a nuestra comprensión. Estas entidades, que se mueven en planos y dimensiones distintas a las que percibimos los humanos, viven normalmente sin tener conocimiento de nosotros. O por lo menos, indiferentes. Pero en ocasiones, sus caminos a través de las n dimensiones del tiempo y el espacio se cruzan con el destino de la humanidad, poniéndolo en peligro. Por suerte para nosotros, el desarrollo de la raza humana ha coincidido con un periodo en que las entidades primigenias del universo están aletargadas. Esto se debe a que los Antiguos, los dioses arquetípicos, encerraron a los primigenios a lo largo del universo, atándolos con poderosos hechizos.
Precisamente uno de ellos, Cthulhu, está encerrado en la Tierra. En la negra ciudad de R’Lyeh, sumergida bajo las aguas del Océano Pacífico, duerme el gran sacerdote Cthulhu un sueño de muerte, esperando el momento en que las estrellas sean propicias para resurgir de nuevo.
Cthulhu, como describe Lovecraft en el relato de “La Llamada de Cthulhu”, es un ser antropomórfico de dimensiones ciclópeas. Su cabeza se asemeja a un pulpo gigante, y desde su espalda se extienden dos alas membranosas como las que podría tener un dragón. Su tamaño aunque es colosal, puede variar, aunque siempre manteniendo la misma masa, y una forma similar. Así es que puede aumentar el tamaño de sus alas y reducir el de su cuerpo si quisiera volar. O podría aumentar el número de sus tentáculos faciales y el tamaño de sus garras si quisiese combatir, pero disminuiría el de las alas.
Biológicamente (si es que se puede aplicar ese término), Cthulhu está muerto. Sin embargo, como se dice en el Necronomicón, el libro blasfemo escrito por el árabe loco Abdul Alhazred*:
“That is not dead which can eternal lie
And with strange aeons even death may die.”
(Que no está muerto el que yace eternamente,
Y al paso de extraños evos, hasta la muerte puede morir)
Estos versos son algo parecido a una profecía que nos indica que Cthulhu no está realmente muerto, sino que sólo está a la espera de que se den las condiciones propicias para que pueda vivir de nuevo. Prueba de esto es que Cthulhu se comunica con los Profundos, una raza antropoide marina, y con algunos humanos. Con los humanos se comunica enviando sueños, y estos sólo llegan a las mentes más sensibles y receptivas, como las de artistas y poetas. La mayoría de los que reciben “la llamada de Cthulhu” a través de los sueños se vuelven locos, pero unos pocos comprenden el significado de los mensajes y comienzan a intentar el regreso del gran primigenio.
Entre todos los que adoran y han adorado a Cthulhu a lo largo y ancho del planeta, es común una frase, que ellos usan como canto ritual:
“Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’Lyeh wgah’nagl fhtagn”
que podría traducirse como: En su morada de R’Lyeh Cthulhu, muerto, espera soñando.
Desde tiempos inmemoriales, los que han sentido a la llamada han organizado cultos que han adorado o temido a Cthulhu, y le han rendido homenaje de las más diversas formas, siendo la más común de ellas el sacrificio humano. Estos cultos siempre han estado proscritos, han sido perseguidos por la mayoría de los gobiernos y civilizaciones, y han sido condenados por todas las religiones. Y no es de extrañar, porque asumir que algo como Cthulhu u otros primigenios pueda existir echa por tierra cualquier tipo de creencia religiosa o moral que pueda tener una persona cuerda. Por eso mismo, el Necronomicón ha sido perseguido desde siempre, porque contiene gran cantidad de información sobre Cthulhu y otros seres como Yog Sothoth, Nyarlathotep, o Y’Golonac, cuyo mero nombre ya induce a la locura.
Como es lógico, los Mitos no hablan sólo de Cthulhu. En el universo desarrollado por Lovecraft y su círculo hay multitud de criaturas que nos aterrorizan, desde los temibles Perros de Tíndalos, que surgen de la sexta dimensión a través de las esquinas, hasta el poderoso e informe Azathoth, el dios idiota y ciego que baila al son de las flautas demenciales de los demonios, pasando por el caos reptante que es Nyarlathotep, el mensajero de los dioses, que gusta de jugar con los humanos y adoptar su forma, o la pérfida e insaciable Shub Niggurath, la cabra de los diez mil retoños. Como vemos, son muchas las criaturas que estarían dispuestas a acabar con nuestras insignificantes vidas solamente por mencionar su nombre, como es el caso de Hastur, el Innombrable.
Aunque la mayoría de estas criaturas de las que hablamos ni siquiera es consciente de nuestra existencia. Pero gracias a los artefactos y runas que han sobrevivido de antiguas civilizaciones que tenían un mayor conocimiento de estos misterios, han llegado hasta nosotros algunos hechizos y otros modos de contactar con ellos. Como venimos diciendo, el Necronomicón es el mejor ejemplo, pues recopila todo el saber que llegó a manos del árabe loco Abdul Alhazred, que era mucho. Pero si mucho y muy aterrador es lo que leemos en las páginas del libro maldito, mucho más debe ser lo que el poeta loco no se atrevió a plasmar en sus manuscritos.
De todas las entidades que pueblan el mundo ficticio de los Mitos, Cthulhu no es el más importante. En los Mitos no se lo nombra con frecuencia. Su relato no es el más terrorífico. Él no es el más temible de las criaturas de los Mitos. Tampoco el más poderoso. Ni siquiera el que más trata con los humanos. De hecho, vive muerto y atrapado por los muros de extraña geometría de la blasfema R’Lyeh. Y sin embargo es el más famoso. Famoso no sólo entre los seguidores del maestro de Providence, o entre círculos literarios, sino que ha generado un importante factor fan, potenciado sobre todo a través de Internet.
El movimiento de “culto a Cthulhu” se ha popularizado en los últimos tiempos gracias al juego de rol bautizado con el mismo título que el famoso relato, “La Llamada de Cthulhu”, y sobre todo, gracias a Internet. Miles de seguidores fascinados, que se expresan a través de páginas y blogs, gustan de buscar relaciones entre el ficticio Cthulhu y el mundo real, aportan su pequeño grano de arena a los Mitos escribiendo relatos o poemas, buscan el lado cómico del personaje o realizan diversas manifestaciones artísticas inspirados por él. Existe asimismo una gran cantidad de merchandising sobre Cthulhu, como figuras, juegos, miniaturas, mochilas, llaveros, peluches, e incluso unas zapatillas de andar por casa.
Además, Cthulhu ha inspirado juegos, canciones, películas e incluso varias asociaciones, como el movimiento Cthulhu for President en los Estados Unidos, o la asociación inter-universitaria Campus Crusade of Cthulhu (parodia de Campus Crusade for Christ), que se dedica a extender la obra de HPL a lo largo de las universidades estadounidenses.
Y ahora, amigos, estad atentos, porque el día en que las estrellas estén alineadas, los elegidos responderemos a la Llamada de Cthulhu.